La bella y cosmopolita Montreal

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En pleno periplo europeo, la F1 cruza el Atlántico para correr en la cautivante Montreal, casa de las últimas 35 ediciones del Gran Premio de Canadá y 7º fecha del presente Mundial. Por Sergio Núñez @F1SergioNez


Al sudeste de Canadá y parte de la provincia de Quebec, la ciudad de Montreal recibió por primera vez a la F1 en sus calles de la isla de Notre Dame hace casi 37 años. Concretamente, el 8 de octubre de 1978, cuando venció el ídolo local Gilles Villeneuve con una Ferrari, aunque desde 1982 la carrera se trasladó al verano boreal, siempre en junio. En total, Montreal fue sede del Gran Premio canadiense 35 veces, salvo en 1987 y 2009, años en que la enorme nación norteamericana quedó transitoriamente al margen del calendario de la categoría.

Montreal se encuentra en la gran isla del mismo nombre, circundada por el río Saint Laurent y la Rivière des Prairies, y tiene 50 kilómetros de longitud por 16 kilómetros de ancho en su máxima extensión, y un área de 482,84 km² que incluye otras 74 islas menores. En francés antiguo, su nombre es la versión en desuso de “Mont Royal” (cuando “royal” se decía y escribía “real”), un monte de la isla mayor.

Entre la gran isla y la región conocida como Gran Montreal, su población suma tres millones y medio de habitantes, lo que la convierte en la segunda urbe más populosa de Canadá luego de Toronto. Además, es de las mejor educadas del mundo y tiene la mayor concentración de estudiantes universitarios per cápita de toda América del Norte. Hasta la década del ‘60 fue también el principal centro financiero e industrial del país, pero pese a ser relegada en ambos rubros por Toronto, continúa siendo un importante centro de industria de alta tecnología, especialmente en el área medicina y de la industria aeroespacial.

Fundada en 1642, Montreal es decididamente cosmopolita y combina las ventajas de las modernas metrópolis de los vecinos Estados Unidos con una fuerte influencia de su pasado colonial francés, que se extendió hasta mediados del siglo XVIII. Ahora también tiene una importante comunidad anglófona y una creciente cantidad de gente cuyo idioma materno no es ni el francés ni el inglés, como el italiano, el chino, el portugués, el español y el árabe, entre otros.

Algunos de sus principales atractivos son el Saint Laurent Boulevard, la principal avenida que divide a la parte francesa de la inglesa; el parque de Mont Royal; el Jardín Botánico -el segundo en importancia a nivel mundial-; el revitalizado Barrio Internacional; y el antiguo y elegante vecindario de Vieux Montreal, con el viejo puerto.

Montreal es conocida como la “ciudad de los cien campanarios”, destacándose el de la Basílica de Notre Dame, el del Oratoire Saint-Joseph y el de la Capilla Notre Dame de Bon Secours. También es considerada la capital cultural de Canadá por su cantidad de museos, galerías de arte, teatros y festivales de todo tipo, que en el año suman más de 40. Entre ellos, el Festival Internacional de Jazz y el Festival de Fuegos Artificiales.

La cocina lugareña es tan variada como su población. Algunos de los sitios con mayor número de restaurantes son el Saint Laurent Boulevard, rue Sainte-Catherine, rue Sherbrooke y la reciclada estación ferroviaria de Il Etait Une Fois. En cambio, la movida nocturna tiene su epicentro en el universitario Barrio Latino con decenas de bares y clubes para todos los gustos. Incluida una intensa vida gay.

El circuito que hospeda a la F1 es de características urbanas y está en la isla artificial de Notre Dame, con historia olímpica porque en 1976 albergó a las competencias de remo. Su origen, sin embargo, data de la década anterior, cuando fue erigida -junto a la isla Sainte Hélène- en el río Saint Laurent como sede de la Feria Mundial Expo ‘67. La pista forma parte del Parque Jean-Drapeua, con frondosa arboleda y abundante fauna integrada por ardillas, hurones, martas, ardillas y gran variedad de pájaros. Aunque en él también hay un descomunal casino.

Como el centro de la ciudad está a orillas del río Saint Laurent, el trayecto desde los principales hoteles hasta el trazado es corto. La forma más simple de llegar es en el subte que pasa bajo el río y deja a la gente a sólo 300 metros. El acceso en auto también es posible, pero debe saberse que en Notre Dame el espacio para estacionar es más bien escaso.


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