Budapest, la perla del Danubio
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Considerada una de las urbes más históricas y bellas del Viejo Mundo, a mediados de los años ‘80, la capital húngara se convirtió en la primera ciudad de Europa de Este en hospedar a la F1. Y este fin de semana celebrará la 30º edición consecutiva del Gran Premio magiar. Por Sergio Núñez @F1SergioNez
Cuando la F1 llegó por primera vez a la villa de Mogyoród, Hungría se convirtió en el primer país de Europa del Este en albergar un Gran Premio de la categoría. Fue en 1986, tres años antes de que el país dejara de estar bajo la órbita soviética, y a pesar de no ser una nación rica, a esa competencia asistieron nada menos que 380 mil personas.
Mogyoród es un pueblo rural de 6 mil habitantes, a 20 kilómetros al noreste de Budapest, en el valle de las colinas de Gödöllői, que fue rico en avellanas. De hecho, eso significa su nombre en idioma húngaro. Pero al margen de esos frutos -que hoy ya no abundan-, su gran parque acuático y su circuito -Hungaroring, que este año recibe por 30º año seguido a la “Máxima”- nada tiene que hacer frente a la capital húngara y vedete turística de la región.
Hasta 1873, Budapest era tres ciudades distintas situadas a orillas del legendario río Danubio: Buda y Öbuda, en la costa oeste, y Pest, en la orilla este; y su origen se remonta a un asentamiento celta anterior al año 1 antes de Cristo, posteriormente ocupado por los romanos, que lo llamaron Aquincum. De ahí que a los lugareños se los conozca como aquincenses o aquineos.
Los magiares, ancestros de los húngaros,llegaron en el siglo IX, pero Budapest cambió tantas veces de manos que durante milenios vivió casi más violenta y opresión que épocas de prosperidad. Desde la invasión de los mongoles en el siglo XIII, pasando por un siglo y medio de dominación turca entre 1541 y 1699, hasta el colapso del bloque comunista. Escenario también de la operación nazi Panzerfaust, la batalla ocupacional del Ejército Rojo y la breve revolución nacionalista de 1956, Budapest no sólo es considerada una de las ciudades más históricas sino una de las más bellas del Viejo Mundo.
La capital magiar, con 1,7 millones de residentes (más otros 2,3 millones en el llamado Gran Budapest), tiene varios lugares que son Patrimonio de la Humanidad. Por ejemplo, el Castillo de Buda -construido en el siglo XIII-, la Plaza de los Héroes, el Parlamento -de estilo neogótico y el tercero más grande del mundo- y el nostálgico funicular del siglo XIX. También el Puente de las Cadenas, el primero de los diez que unió ambas márgenes del Danubio, casi totalmente destruido durante la Segunda Guerra Mundial y reinaugurado en 1949, a cien años de su construcción.
Quien visita estas tierras tampoco puede obviar sus típicos baños termales con aguas medicinales. Algunos, en cuevas bajo tierra. Los hay grandes y lujosos como los Baños Széchenyi(los más grandes de Europa) y no tanto, aunque la mayoría permite gozar de un relajante sauna, una buena sesión de masajes y refrescantes zambullidas en una pileta descubierta, algo ideal para paliar el cálido y húmedo verano local.
Otros lugares de interés son la Iglesia de San Matías -de siete siglos de antigüedad-, la segunda mayor sinagoga del mundo: la de la calle Dohány, el Castillo Gödöllő -el segundo mayor de estilo barroco en el mundo, museoscomo el Aquincum, que tiene restos romanos, y el Nagytétény, con mobiliario histórico, la avenida Andrássy y la frondosa Isla Margarita, una de las siete que hay en el Danubio.
A la hora de comer, hay que recordar que la pimienta es el condimento nacional por excelencia. La carne es muy común en la comida húngara, particularmente el cerdo y las aves de corral, pero también se usa el cordero, la ternera y el pescado de agua dulce. Entre los platos más típicos están el Goulash y, estrechamente relacionado con éste, el Pörkölt, ambos variaciones del estofado, la sopa de pescado y los Paprikás de pollo. Hay desde restaurantes famosos como Mátyás Pince hasta modestos aunque de muy buena reputación como Csalogány 26, pasando por los puestos de comida callejera que se están instalando por toda la ciudad.
Entre los cafés se destaca el tradicional Gerbeaud, de 1858, y sobre el río los hay con terrazas: Budapest es también conocida por sus pubs en antiguas ruinas. Para después de la medianoche, una buena opción es el club A38, situado en un antiguo barco que transportaba piedra y dispone de una sala que ofrece desde lo último en música electrónica hasta conciertos de músicas del mundo. En tanto que los ventanales del Citadella Dance Club brindan una gran vista nocturna de la ciudad.
Desaparecido el bloque comunista, Budapest es hoy el epicentro de un país con un importante desarrollo. Tanto que fue tercera (de un total de 65 metrópolis) en el Índice de Mercados Emergentes de Mastercard. Además fue clasificada como la ciudad más habitable de Europa Central y del Este por índice de calidad de vida, según Economist Intelligence Unit. También resultó elegida “el séptimo lugar idílico de Europa para vivir”, por la revista Forbes, y la novena urbe más bella del mundo, por UCityGuides. Es, además, la mejor ciudad de Europa Central y del Este en el índice Innovation Cities' Top 100.
Y como si fuera poco, en 2013 quedó segunda en una encuesta de Foursquare entre las ciudades más románticas para el día de San Valentín, por delante de Roma y París, siendo sólo superada por Praga.